El otro día recogí en el blog un artículo de The Verge acerca de una empleada de Microsoft que interrumpió el 50 aniversario de la empresa para protestar contra lo que denominó genocidio, entiendo que de Palestina a manos de Israel. La noticia y el vídeo que la acompaña me dieron que pensar.

La mujer reclamaba que su empresa dejara de ofrecer sus desarrollos de Inteligencia Artificial para su utilización en la operación militar de Israel sobre Gaza, que se prolonga como respuesta al ataque perpetrado por Hamas contra Israel el 07 de octubre de 2023. Acusaba a su jefe directo, CEO de IA de Microsoft, de sacar provecho de la guerra, y de lo que denominaba como genocidio de Palestina a manos de Israel. Merece la pena leer el email escrito por ella que acompaña a la noticia.

Me pregunto si se trataba de una protesta pacifista, de una persona de ideología antimilitarista y opuesta a toda escalada militar, o de una protesta centrada exclusivamente en la defensa del pueblo de Palestina frente a la apisonadora militar de Israel. No tengo más información acerca de esta mujer, así que no voy a suponer lo uno ni lo otro, solo voy a hacerme algunas preguntas de carácter general, sin centrarme concretamente en esta protesta y tomándola, como he dicho al principio, únicamente como fuente de la reflexión que me está suscitando.

Preguntaría a alguien que se opone a la acción militar de Israel sobre Gaza y la califica de genocidio si considera que Palestina tiene derecho a defenderse. Y, en tal caso, si este derecho incluye la acción terrorista de organizaciones como Hamas, o si aquella defensa incluye el asesinato masivo y el secuestro de inocentes, en este caso israelíes.

Preguntaría a alguien que se duele de los ataques del 07 de octubre de 2023 si considera que Israel tiene derecho a defenderse. Y, en tal caso, si este derecho incluye el bombardeo masivo de inocentes, en este caso palestinos, la destrucción completa de sus residencias, negocios, infraestructuras u hospitales, la ocupación de territorios, el desplazamiento forzado de miles, si no millones, de refugiados. Me temo que la respuesta más frecuente, en ambos casos, es que sí a todo, en cuyo caso no estamos ante personas pacifistas, sino ante belicistas que siempre encuentran la razón moral o práctica para justificar el grado de violencia que consideran tolerable.

Y creo que es ingenuo pensar que otro mundo es posible.

Es ingenuo pensar que una corporación gigantesca como Microsoft vaya a negarse a que sus productos sean usados por la industria militar para matar personas o para hacer demostraciones de fuerza. Lo llamarán inversión en defensa, en disuasión, pero es lo que es.

Es ingenuo pensar que, en estos tiempos en que suenan tambores de guerra en Europa y muy probablemente el mundo, aumentar el gasto militar y prepararse para lo que viene no sea lo más razonable.

Es ingenuo pensar que las distintas tribus que formamos la humanidad, llamémoslas ahora naciones, estados o potencias, no vayamos a competir violentamente por la tierra y los recursos, como hemos hecho siempre a lo largo de la historia. Estos últimos 80 años hemos conocido tiempos de paz y prosperidad sin precedentes con fundamento en una economía globalizada de mercado, pero el modelo tiene muchas fisuras y los agentes que no han sacado todo el provecho de él, o no todo el provecho suficiente, quieren destruir el orden que conocemos para que surja una nueva competencia y un nuevo equilibrio del que poder beneficiarse, sea cual sea el coste que pagarán otros.

Y, sin embargo, el único remedio posible a todo esto es seguir siendo ingenuos.

Seguir pensando que otro mundo es posible y seguir gritando que nosotros no vamos a ir a la guerra, nos pinten como nos pinten al enemigo.

No me hagan odiar a un palestino, porque no lo odiaré. No me hagan odiar a un israelí, porque no lo haré. No odiaré a un estadounidense, un ruso, un bielorruso, un salvadoreño, un español, un chino, un coreano, un indio, un sudafricano, un argelino, un brasileño, un venezolano, un neozelandés.

Odiaré a los hombres, generalmente hombres, que envían a los demás a morir y matar.

Defenderé a mi familia cuando llegue la guerra, nos refugiaremos donde sea y como sea y, si tenemos suerte, saldremos de nuestras madrigueras. O probablemente no, puede que la apisonadora no nos dé respiro.

Pero no, no es esto lo que pienso en realidad. Esto es lo que querría pensar. Pero sé que existe el miedo. Y empiezo a pensar que el miedo se acerca. Y nos convierte en supervivientes, y nos hace temblar, odiar, responder, atacar, desear ser fuertes, temer que nos aplasten, aplastar antes de que nos aplasten.

No sé nada, no tengo ninguna certeza, no creo que podamos hacer nada más que esperar a que los acontecimientos nos sobrepasen.

Parece inevitable, y cuánto querría que no lo fuera: Si vis pacem para bellum.